miércoles, 25 de junio de 2014

Antonio Egas Moniz

Egas Moniz fue el cirujano que “reconvirtió” la trepanación craneal en la lobotomia, una intervención que durante algún tiempo fue considerada como una cura milagrosa para algunas enfermedades mentales.

El neurólogo portugués Egas Moniz creía que los pacientes con conductas obsesivas sufrían de problemas en los circuitos del cerebro.Por eso, decidió crear un método que le permitiera intervenir en esos circuitos de forma eficiente.Para llevar esta idea, el doctor Moniz decidió adaptar la trepanación (es decir, la agujeración del cráneo), una práctica ancestral que se utilizaba para “dejar salir a los malos espíritus”, a las nuevas técnicas médicas.Su técnica original de “lobotomía” consistía en perforar un par de huecos en el cráneo, ya sea en un lado o en la parte superior, e introducir un instrumento afilado- un leucotomo- en el cerebro. Después, el cirujano movía el leucotomo de un lado a otro para cortar las conecciones entre los lóbulos frontales y el resto del cerebro, desconectando el tálamo.

Laoperación del doctor Monix fue acogida como una alternativa para combatir algunas enfermedades psiquiátricas, aunque en realidad, se trataba de un método bárbaro cuya eficacia no era para nada real, puesto que algunos pacientes morían y otros sufrían a raiz de la intervención fuertes cambios de personalidad y de comportamiento.A pesar de ello, el procedimiento fue popularizado en los Estados Unidos por Walter Freeman, quien inventó “el procedimiento de la lobotomía del “picahielo”, utilizando literalmente un picahielo y un mazo de caucho en vez del procedimiento quirúrgico estándar.Para algunos expertos, este capítulo es una mancha negra dentro de la historia de la neurocirugía.

Durante finales de la década de los 30 y la década de los 40 se realizaron lobotomías de forma legal a lo largo y ancho de EEUU, y se estima que 45.000 y 50.000 pacientes fueron lobotomizados.Los resultados eran desoladores: aparentemente, los pacientes, mayoritariamente personas con depresión o esquizofrenia, hablaban, caminaban y le decían “gracias” al doctor, sin embargo, sufrían daños irreversibles en su cerebro y fuertes efectos colaterales en su vida social y en su vida emocional. Y, por supuesto, los efectos positivos no estaban para nada claros: muchos pacientes no notaban mejoras, por no hablar de los efectos del postoperatorio como hemorragias o convulsiones.

A pesar de todo esto, Moniz recibió un Nobel en 1949 de fisiología o medicina junto con el neurólogo suizo Walter Rudolf Hess “por su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía”.Poco después, la lobotomía dejo prácticamente de utilizarse gracias a la llegada de la primera ola de medicamentos psiquiátricos efectivos.La última lobotomía legal se practicó en EEUU en 1967.


Moniz fue también el inventor de la angiografía, examen de diagnóstico por imagen cuya función es el estudio de los vasos circulatorios que no son visibles mediante la radiología convencional.También fue el primer presidente de la Sociedad Española de Neurocirugía, la segunda en el mundo, después de la estadounidense.Moniz murió en Lisboa, en diciembre en 1955. En la actualidad, algunos grupos de familiares de lobotomizados luchan porque le sea retirado el Premio Nobel, situación que en principio es inviable.


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