Egas Moniz fue el cirujano que “reconvirtió” la trepanación
craneal en la lobotomia, una intervención que durante algún tiempo fue
considerada como una cura milagrosa para algunas enfermedades mentales.
El neurólogo portugués Egas Moniz creía que los pacientes
con conductas obsesivas sufrían de problemas en los circuitos del cerebro.Por
eso, decidió crear un método que le permitiera intervenir en esos circuitos de
forma eficiente.Para llevar esta idea, el doctor Moniz decidió adaptar la
trepanación (es decir, la agujeración del cráneo), una práctica ancestral que
se utilizaba para “dejar salir a los malos espíritus”, a las nuevas técnicas
médicas.Su técnica original de “lobotomía” consistía en perforar un par de
huecos en el cráneo, ya sea en un lado o en la parte superior, e introducir un
instrumento afilado- un leucotomo- en el cerebro. Después, el cirujano movía el
leucotomo de un lado a otro para cortar las conecciones entre los lóbulos
frontales y el resto del cerebro, desconectando el tálamo.
Laoperación del doctor Monix fue acogida como una
alternativa para combatir algunas enfermedades psiquiátricas, aunque en
realidad, se trataba de un método bárbaro cuya eficacia no era para nada real,
puesto que algunos pacientes morían y otros sufrían a raiz de la intervención
fuertes cambios de personalidad y de comportamiento.A pesar de ello, el
procedimiento fue popularizado en los Estados Unidos por Walter Freeman, quien
inventó “el procedimiento de la lobotomía del “picahielo”, utilizando
literalmente un picahielo y un mazo de caucho en vez del procedimiento
quirúrgico estándar.Para algunos expertos, este capítulo es una mancha negra
dentro de la historia de la neurocirugía.
Durante finales de la década de los 30 y la década de los 40
se realizaron lobotomías de forma legal a lo largo y ancho de EEUU, y se estima
que 45.000 y 50.000 pacientes fueron lobotomizados.Los resultados eran
desoladores: aparentemente, los pacientes, mayoritariamente personas con
depresión o esquizofrenia, hablaban, caminaban y le decían “gracias” al doctor,
sin embargo, sufrían daños irreversibles en su cerebro y fuertes efectos
colaterales en su vida social y en su vida emocional. Y, por supuesto, los
efectos positivos no estaban para nada claros: muchos pacientes no notaban
mejoras, por no hablar de los efectos del postoperatorio como hemorragias o
convulsiones.
A pesar de todo esto, Moniz recibió un Nobel en 1949 de
fisiología o medicina junto con el neurólogo suizo Walter Rudolf Hess “por su
descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía”.Poco después, la
lobotomía dejo prácticamente de utilizarse gracias a la llegada de la primera
ola de medicamentos psiquiátricos efectivos.La última lobotomía legal se
practicó en EEUU en 1967.
Moniz fue también el inventor de la angiografía, examen de
diagnóstico por imagen cuya función es el estudio de los vasos circulatorios
que no son visibles mediante la radiología convencional.También fue el primer
presidente de la Sociedad Española de Neurocirugía, la segunda en el mundo,
después de la estadounidense.Moniz murió en Lisboa, en diciembre en 1955. En la
actualidad, algunos grupos de familiares de lobotomizados luchan porque le sea
retirado el Premio Nobel, situación que en principio es inviable.
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