Adler
hace de este complejo el núcleo de su teoría psicológica. El niño toma
conciencia de su minusvalía física al verse superado y dominado por los
adultos, y, si tal sentimiento cristaliza,s e retira de la acción y se repliega
sobre sí mismo, enclaustrándose en sus sueños compensadores. El complejo de
inferioridad puede apoyarse en una minusvalía orgánica objetiva o en una
característica física cualquiera vivida subjetivamente como tal, y puede verse
incrementado asimismo por presiones educativas extemporáneas, inadecuadas al
grado de madurez alcanzado. Así puede ocurrir,p.ej.,si se urge prematuramente
el control de los esfínteres o el aprendizaje de la lectura. Freud hace
arrancar este complejo de la angustia de castración, experimentada por el niño
durante la fase edípica como consecuencia del sentimiento de rivalidad con el
padre. La reacción frente a la vivencia de inferioridad puede ser la adopción
resignada de un “modo de ser inferior”, vivido necesariamente con angustia, o
bien la elaboración de mecanismos compensadores capaces de superar su propio
objetivo y constituir, de hecho, un defensivo complejo de superioridad.
José Luis P.